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aminamos unas cuantas cuadras, segura que llegaríamos a tiempo a misa, después de mucho tiempo, queríamos reconciliarnos después de años de ingratitud. Sentimos La necesidad de estar ahí era compartida por todos, necesitábamos escuchar esas palabras que atesoramos oír, para equilibrar la vida. Es el anhelo de saber que hay conexión espiritual con el altísimo creador en un día tan especial.
Llegamos y el cielo se ponía de un gris anaranjado, dando a paso lento con vientos fríos, la noche. Los pocos minutos que quedaban antes de la seis de la tarde, permitían a los feligreses casi en silencio, ubicarse en las bancas de la imponente catedral, que aun así después de dos minutos pasados de la hora fija, quedaron algunas personas parados esperando el inicio de la misa.
La misa empezó a las 6:10 de la tarde con el cantico “Dios nos convoca” al ritmo de melodiosas voces que se escuchaban adelante junto al altar por todo el lugar. Algunas de nosotras que estábamos ubicadas en la parte lateral de la catedral, nos pusimos muy atentos para escuchar el evangelio del libro de la sabiduría 7:7,11 expuesta por el padre, de quien recibí con gracia la lectura del libro.
En toda la misa, la única palabra que moraba, era solo el sermón del padre que decía “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos” un dicho muy sabio plasmado en la biblia. Las personas a la vista que no estaban concentradas eran los inquietos niños y los soñolientos ancianos que no paraba de cabecear en las bancas. Después se dio lugar a rezar con fuerte fervor.
Sentimientos encontrados como dolor, amor y perdón me invadían, seguro es el efecto de mi conciencia. Durante el rezo intentaba expiar mis pecados en un día santificado. Unos minutos después se dio inicio a la recolección de los diezmos de acuerdo a la voluntad de cada cristiano.
La eucaristía era el momento más esperado, el padre se encargaba de llenar su copa o santo grial con vino, mientras pronunciaba procedió a partir la ostia en dos mitades, diciendo “este es mi sangre, carne y espíritu” Y después los presentes, formaban largas filas para participar del santo ritual. Era casi imposible que todos comieran la ostia, por la lentitud de las personas formadas.
La gente ya consagrada después de participar de la eucaristía, acompaño a en rezar de nuevo el padre nuestro, con fe y esperanza para purificar nuestros pecados que tiñen el alma. Al culminar casi la misa, algunas personas se postraron ante las imágenes reposadas en enormes cuadros; de la virgen de Guadalupe, san José María Escrivá y santo Toribio de Mogrovejo para hacer presentes ante ellos sus peticiones.
A las ocho de la noche, la misa culmino y la sensación de estar presente fue demasiada, para sentir satisfacción de calmar la sed por la palabra de Dios. Aun así todos salimos y esperamos un nuevo domingo de misa.
Si nuestra labor, aquella que nos haria correr como sabuesos detrás de la nota que nos daría saltar a la fama por un Pullezer, en fin, me gusta tu estilo de contar los hechos; ya me los imaginaba...
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